viernes, 2 de octubre de 2015

Conociendo la Artrosis

Las enfermedades que afectan a las articulaciones, especialmente la artrosis, son patologías de enorme frecuencia entre la población anciana. Se suma el hecho que estos procesos, debido al dolor y la deformidad que producen, son causa de inmovilidad y por tanto de incapacidad física y dependencia en esta población.

La artrosis es una enfermedad caracterizada por el progresivo deterioro de la articulación. Este envejecimiento se inicia en el cartílago articular, que se deteriora paulatinamente y pierde su integridad. El cartílago articular ejerce dos importantes funciones: favorece que los huesos se deslicen entre ellos sin apenas fricción y además reparte las tensiones mecánicas evitando que los huesos se rompan al cargar las articulaciones. A medida que el cartílago se desestructura, se altera y se produce una formación reactiva del hueso subyacente al cartílago y en los márgenes de las articulaciones para soportar las fuerzas mecánicas, formándose prominencias óseas llamadas osteofitos. Estos cambios, entre otros, terminan produciendo una insuficiencia de dicha articulación, con limitación del movimiento.

La artrosis es una enfermedad crónica y progresiva que afecta a una o varias articulaciones, principalmente en manos, en las articulaciones de carga como las rodillas o las caderas, o en ciertas articulaciones de la columna vertebral. Se presenta dolor, deformidad y limitación de los movimientos de la articulación afecta.

Tradicionalmente la artrosis se ha dividido o clasificado en dos tipos:
  • Artrosis idiopática o primaria, que es la forma más habitual. No existe aparentemente ningún factor predisponente y la causa del progresivo deterioro del cartílago y la articulación es desconocida.
  • Artrosis secundaria, donde es identificable una alteración previa de la articulación. Algunas de las muchas causas de artrosis secundarias son los traumatismos previos (por ejemplo lesión del menisco de la rodilla), los traumatismos repetidos en algunas profesiones o enfermedades congénitas previas de la articulación.

Aunque en la mayoría de los casos no se da una causa conocida, existen una serie de factores de riesgo conocidos para el desarrollo de artrosis como son la edad o la obesidad en el caso de la artrosis de rodilla. Como se ha comentado, la presencia de artrosis está fuertemente relacionada con la edad.
Esta asociación de la enfermedad con la edad ha llevado a sugerir que la artrosis esté relacionada con el envejecimiento en sí mismo. Sin embargo, esto no es exactamente así, puesto que los cambios en el cartílago y otros tejidos de la articulación que se producen al envejecer son diferentes a los que se observan en la artrosis, si bien estos cambios bioquímicos en el cartílago envejecido pueden facilitar su aparición y desarrollo.

El dolor de la articulación es el principal síntoma de la enfermedad. Suele ser un dolor que aparece con el uso de la articulación y mejora con el reposo, aunque en fases avanzadas de la enfermedad puede ser continuo. En algunos casos hay rigidez matutina de corta duración tras la inactividad. En ocasiones pueden aparecer periodos de inflamación y de pequeños derrames en la articulación, siendo ésta una fuente más de dolor. Al explorar las articulaciones éstas suelen estar deformadas y crepitar al moverlas, como si los huesos rozaran entre sí. En fases avanzadas de puede observar pérdida de movilidad y fijación de la articulación (anquilosis).

Diagnóstico

El diagnóstico de la artrosis se establece basándose en la clínica y en unos hallazgos radiológicos característicos donde se pueden observar, entre otros, el estrechamiento del espacio de la articulación al perderse el cartílago, la esclerosis reactiva del hueso situado debajo del cartílago, así como la proliferación de hueso en forma de osteofitos.

La ausencia de manifestaciones de la enfermedad fuera de las articulaciones, a otros niveles del organismo, hace que los análisis y otros estudios de laboratorio sean normales.

Respecto al tratamiento, los principales objetivos que se deben tener en cuenta al enfrentarse a esta patología son el control del dolor y reducir al máximo la incapacidad y la limitación funcional que produce. Esto se debe intentar lograr evitando dentro de lo posible los efectos adversos de la medicación y las posibles complicaciones que puedan aparecer con las intervenciones médicas.
En el tratamiento de la artrosis se disponen de medidas no farmacológicas, a veces fundamentales en artrosis de cadera y rodilla, por ejemplo, y de medidas farmacológicas encaminadas sobre todo al control del dolor.

Entre las medidas no farmacológicas cabe destacar los programas de educación sanitaria centrados en técnicas de protección de las articulaciones o técnicas de relajación, y los beneficios de la pérdida de peso en casos de obesidad. Otras medidas como programas de fisioterapia o ejercicio físico en función de la situación clínica individual son también útiles. Programas que mejoran la fuerza de los cuádriceps en la artrosis de rodilla pueden reducir el dolor y mejorar su función. Asimismo, el uso de hidroterapia o técnicas de calor o frío puede mejorar el dolor y la movilidad.

En el tratamiento farmacológico de la artrosis el control del dolor es imprescindible. Se dispone de varias alternativas terapéuticas que comienzan con los analgésicos simples, como el paracetamol, y continúan con los fármacos antiinflamatorios no esteroideos, otros analgésicos como el tramadol, y la terapéutica con inyecciones intraarticulares de corticoides en casos más rebeldes.

Existen tratamientos específicos diseñados para intentar detener la progresión de la enfermedad, como son el sulfato de glucosamina y el condroitín sulfato, con efecto limitado a las primeras fases del problema.

En el caso de que las medidas anteriores sean ineficaces, en algunos casos, y no siendo la edad por si misma una contraindicación, puede ser necesaria la cirugía de la articulación o su sustitución por una prótesis. 

Fuentes: Mapfre

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